Sunday, April 25, 2010

LA FACTORÍA DE NOTICIAS julio 2005
Por Daniel Héctor
El ámbito de trabajo del periodista, en estos tiempos de concentración mediática y tecnológica, sufre grandes transformaciones, que lo llevan a ocupar la tarea de simple eslabón en una cadena de montaje.

Ilustración: Logan.



El periodista es una figura con mucho prestigio en la sociedad, debido al importante rol de representación social, que históricamente ha tenido este oficio.
Desde los tiempos en que las comunicaciones eran lentas y las noticias transitaban en barcos y carretas, le tocó al periodista la importante función de cronicar, analizar, contextuar y hasta escribir la historia de los pueblos. Tal vez por eso, esta es una actividad mistificada por la sociedad. La gente imagina al periodista como un aventurero y un buscador inclaudicable de la verdad.

Rodolfo Walsh en su triple condición de periodista, militante y escritor, representa más allá de las ideas, al icono del profesional honesto y comprometido con las causas justas, contrastando en el imaginario colectivo, con ese periodista “objetivo”, comprometido solo en su rol de complacer a la “clientela” y a los auspiciantes.

Sin embargo, esta visión romántica del oficio del periodista, está muy lejos de la realidad que les toca vivir hoy, a los profesionales de la información. Tiempos en que una segunda revolución industrial está cambiando frenéticamente la faz del planeta y, cuando la tecnología, la economía y la libertad de empresa, constituyen la Santa Trinidad que veneran extasiados los habitantes del mundo civilizado.

La aparición de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (TIC), facilitaron la denominada convergencia tecnológica (informática + telecomunicaciones + tecnología de redes), hecho que a su vez desencadenó la concentración económica del mercado de las comunicaciones, en unas pocas empresas a nivel planetario.

La palabra tiene dueño

En 1980, en la Argentina de la dictadura militar de Videla, se promulgó la ley de radiodifusión 22.285 (todavía hoy vigente), norma con un claro sesgo privatizador, ya que le permitía a las empresas privadas, la licitación de frecuencias de radio y televisión (patrimonio de todos los argentinos), y excluía expresamente de este reparto, a las organizaciones no comerciales: cooperativas y entidades de bien público, como así también a las empresas del periodismo gráfico.

En 1989, no bien iniciada la era Menem, esta cuestión fue debidamente atendida.
El diario Clarín (acorde con los tiempos) estaba interesado en expandir su actividad mediática y adquirir un canal de TV abierta, pero la 22.285 se lo impedía. Luego de cortas “negociaciones” con el gobierno justicialista, alcanzó su objetivo. Mediante un decreto, Menem introdujo reformas en la ley, que le permitieron a las empresas de la prensa gráfica, adquirir frecuencias radioeléctricas de radio y TV, así el gran diario argentino se hizo de Canal 13.

Las cooperativas y las organizaciones sociales sin fines de lucro, no tuvieron la misma suerte, aún hoy continúan excluidas, con sus derechos violados, lidiando en todos los estrados, en busca de una frecuencia radioeléctrica.

Estas reformas, dispararon la acelerada privatización de los medios de comunicación, en manos de grandes conglomerados comerciales, de capital nacional y transnacional (asociados), que aglutinaron a medios gráficos y audiovisuales (electrónicos), los llamados Multimedios.

Hoy, el mapa de los dueños de los medios en Argentina, es una intrincada telaraña de intereses entrelazados, con muy pocos protagonistas: el grupo Clarín, la españolísima Telefónica, el grupo Uno (Vila, Manzano, Mas Canosa), los grupos Hicks, CIE, Avila, Cisneros, y donde no faltan también oscuros personajes, como el banquero Raúl Moneta, el periodista Daniel Hadad o el ex político, devenido en empresario, José Luís Manzano.

Estos mastodontes mediáticos, abarcan en la actualidad, medios gráficos, de radio y TV, medios digitales, empresas de telecomunicaciones, fábricas de papel, productoras artísticas, agencias de noticias, proveedoras de Internet, pero quieren mas. Sus voraces estrategias expansivas y monopólicas no conocen límites, desde canjes con el poder político para conseguir legislación a la medida de sus intereses hasta elaborar campañas mediáticas para levantar o bajar candidatos políticos, para luego “negociar” las jugosas pautas oficiales. La enorme influencia social que ejercen los multimedios, generando opinión, marcando tendencias, instalando temas de debate, sumado a su gigantesco poder económico, hace que no solo puedan influir en las instituciones, sino que ellos, ya por si mismos sean “el poder”.

En este contexto social, político y económico, el entorno del periodista sufre profundas transformaciones. Su lugar de trabajo ahora esta en la línea de montaje de la factoría de noticias, como un eslabón más de esta cadena industrial.

El sensacionalismo y el dramatismo que venden, el info-entretenimiento (el show de la noticia), el instantaneísmo, o sea la velocidad en brindar la información, que priva sobre el análisis, para ganar tiempo y no perder la exclusividad (que convierten al notero en un mero intermediario entre el hecho y el receptor), la acumulación desmedida de información (como nuevo método de censura), la información sencilla, “cuidadosamente” seleccionada, estandarizada, (políticamente correcta y funcional al sistema), y expuesta siempre en consonancia a la línea, tendencia o intereses del medio; estas son algunas de las características del trabajo periodístico, bajo la impronta multimedia.

La rentabilidad ha tomado el control con mano de hierro, en las redacciones y en los estudios de radio y de TV. Al mismo tiempo, la diversidad y el pluralismo informativo van perdiendo terreno y, los pocos medios independientes son inviables y se convierten en piezas de museo. En consecuencia, el espectro de opiniones es cada vez más pobre y polarizado, en una sociedad convertida en rehén de las ambiciones económicas, de unos pocos grupos empresarios.

El quinto poder

La apropiación que están haciendo de Internet, cada vez más ciudadanos de todas las latitudes, significa una nueva tribuna para los periodistas, y también información “fresca” para un público necesitado de ella.

Los multimedios volcaron al formato digital sus medios tradicionales, diarios, revistas, radios y canales de TV on line, para captar el mercado internauta “convencional”, ofreciendo el mismo producto pero con distinto formato. Pero Internet como nuevo territorio, el tercer entorno (Javier Echeverría) impone nuevos parámetros en la comunicación. El viejo axioma que dice: “el transmisor determina todo y el receptor solo recibe”, deja de tener sentido, en un lugar en donde las comunicaciones son horizontales e interactivas. El receptor entonces, tiene oportunidad de participar en el proceso informativo, y de transformarse él mismo en transmisor. Comunidades de todo el mundo, están creando periódicos digitales, sitios, foros, portales donde vuelcan información aportada por todos los miembros del grupo.

Muchos periódicos electrónicos, ofrecen foros para comentar sus noticias, aportar datos y proponer temas, con tal fluidez y participación de la gente, que muchas veces, son más interesantes estos espacios que los contenidos. En los últimos tiempos a través de las populares bitácoras (weblog), infinidad de internautas se han transformado ellos mismos, en medios de comunicación. Pero el caso más emblemático lo constituye el diario digital surcoreano OhMyNews, que con una totalidad de contenidos aportados por la gente, empezó siendo un medio alternativo, y hoy, es uno de los más importantes y creíbles de ese país.

El cuarto poder ha colapsado, dice Ignacio Ramonet, ya no puede ni quiere cumplir con su histórica función de “perro guardián de la democracia”. Mientras tanto, gente de todo el mundo, está construyendo lentamente y con sacrificio, un quinto poder, para defenderse de los otros cuatro.

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